jueves, 26 de enero de 2017

"RICARDO CORAZÓN DE ALGODÓN”



Érase una vez un niño muy inteligente, pero… que muy inteligente... ¿He dicho ya, que había una vez un niño que era muy inteligente? Pues eso, ¡qué era muy inteligente!, y eso le producía un gran problema. Y os preguntaréis cómo puede provocar un problema ser tan inteligente. Pues ahora mismo lo vais a descubrir. 

Resulta que Ricardo -que así se llamaba ese inteligente niño- hacía todas las actividades de clase con extraordinaria rapidez; tanto que se aburría con mucha facilidad, ya que nada de lo que le ponían sus maestros era lo suficientemente difícil como para que fuera un reto a sus muchos conocimientos. Era un crack en Mates, asignatura en la que no había número que se le resistiera; en Lengua ya que leía con una entonación y soltura que mejoraba a la de su maestro; en Cono pues siempre tenía todas las respuestas antes de las preguntas… Pero su aburrimiento no era su problema, era otro muy distinto. 

Como es lógico, sus actividades eran las primeras en estar acabadas, lo cual provocaba miradas furtivas por encima de su hombro, por la derecha, por la izquierda y por el frente, intentando siempre robarle las respuestas (ya que todos sus compañeros daban por supuesto que estarían bien y así se ahorrarían tener que pensarlas por sí mismos). Pero ese tampoco era su problema, como tampoco lo era que otros compañeros se fuesen a su casa para hacer las tareas y así poder copiar lo que él ponía en sus cuadernos, o incluso había algunos que hasta se atrevían a quitarle su libreta para llevársela a sus casas y así poder copiar tranquilamente todo lo que necesitaban.

 Era además de muy inteligente, extraordinariamente generoso, ya que a nadie le negaba ayuda cuando se la pedían, hasta el extremo de dejarse copiar y no decir nada para que no castigaran a sus compañeros. Aunque su maestro -que no tenía ni un pelo de tonto- se imaginaba lo que estaba pasando. Pero tampoco su generosidad y compañerismo era su problema: su problema estaba en no comprender por qué a pesar de todo, cuando no lo necesitaban para resolver los problemas de matemáticas, para hacer el trabajo en grupo, para explicarles lo que no entendían,… sus compañeros se olvidaban de él: no le llamaban para salir a jugar a la calle, y nadie contaba con él para pasárselo bien… Sólo, sólo, se acordaban de él cuando tenían un problema y Ricardo podía resolverlo con su magnífica inteligencia. 

Y tú ¿sabes el por qué del problema? 

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